Grupo de matrimonios cristianos católicos de la
Diócesis de Getafe


domingo, 9 de diciembre de 2012

NUEVOS JUEGOS ADVIENTO


MINILIBRO

MANDALA

PASATIEMPOS

CAMINO DE LA PAZ

LABERINTO

ANGELITO

CRUZADAS

MENSAJE OCULTO

COLOREAR

PASAPALABRAS

JUEGO DE MESA

CALENDARIO

CORONA

ORACIÓN DE ADVIENTO DIÓCESIS DE GETAFE

QUEDÁIS TODOS INVITADOS AL EVENTO.

SALUDOS Y FELIZ 2ª SEMANA DE ADVIENTO.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Niño Jesús (bebé) peluche en Serpentina

http://serpentina-accesorios.blogspot.com.es/2012/12/en-tiempo-de-adviento-nino-jesus.html

Precioso retiro de Adviento presidido por Don Joaquín Obispo de Getafe

Queridas familias:
Este sábado 1 de diciembre ha sido el retiro de las familias organizado para toda la Diócesis desde la Acción Católica, con la presencia de D. Joaquín, nuestro Obispo en el
Colegio Juan Pablo II de Alcorcón.
Por si no habéis podido asistir os subimos este extracto maravilloso de la última catequesis de Benedicto XVI sobre la fe en familia.
Un abrazo en Jesús en la Esperanza de María,
Alvaro Ojeda
Delegación de Familia y Vida de Getafe

"Por lo tanto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y su
Evangelio, presupone un conocimiento nuestro personal y real de Dios y
una gran pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación
del éxito, sino siguiendo el método de Dios mismo. El método de Dios
es el de la humildad, Dios se hace uno de nosotros, es el método
cumplido en la Encarnación, en la humilde casa de Nazaret y en la
gruta de Belén, la parábola del grano de mostaza. Se requiere no temer
la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura, que
penetra en la masa y la hace crecer lentamente (cfr. Mt 13, 33).

Hablar de Dios quiere decir dar espacio a Aquél que nos lo hace
conocer, que nos revela su rostro de amor; significa expropiar nuestro
propio yo, ofreciéndolo a Cristo, conscientes de que no somos nosotros
los que podemos ganar a los otros para Dios, sino que debemos
esperarlos de parte del mismo Dios, invocárselos a Él. El hablar de
Dios nace por lo tanto de la escucha, de nuestro conocimiento de Dios
que se realiza en la familiaridad con Dios, en la vida de oración y
según los mandamientos.

También en nuestro tiempo, un lugar especial para hablar de Dios es la
familia, la primera escuela para comunicar la fe a las nuevas
generaciones. El Concilio Vaticano II habla de los padres como los
primeros mensajeros de Dios (cf. Constitución dogmática Lumen gentium,
11;.. Decr Apostolicam actuositatem, 11), llamados a redescubrir su
misión, asumiéndose la responsabilidad en la educación, en abrir la
conciencia de los pequeños al amor de Dios como un servicio esencial
para sus vidas, siendo los primeros catequistas y maestros de la fe
para sus hijos.
Y en esta tarea es importante ante todo la vigilancia, que significa
saber aprovechar las oportunidades favorables para introducir en la
familia el discurso de la fe y para hacer madurar una reflexión
crítica respecto a las muchas influencias a las que están sometidos
los hijos. Esta atención de los padres es también sensibilidad en el
reconocimiento de las posibles preguntas religiosas que se hacen
mentalmente los niños, a veces, evidentes a veces ocultas. Después
está la alegría: la comunicación de la fe siempre debe tener un tono
de alegría. Es la alegría de la Pascua, que no calla u oculta la
realidad del dolor, del sufrimiento, la fatiga, las dificultades, la
incomprensión y la muerte misma, sino que puede ofrecer criterios para
la interpretación de todo, desde la perspectiva de la esperanza
cristiana.
La vida buena del Evangelio es esta nueva mirada, esta capacidad de
ver con los mismos ojos de Dios cada situación. Es importante ayudar a
todos los miembros de la familia a comprender que la fe no es una
carga, sino una fuente de alegría profunda, es percibir la acción de
Dios, reconocer la presencia del bien, que no hace ruido, y
proporciona valiosas orientaciones para vivir bien la propia
existencia.
Por último, la capacidad de escucha y de dialogo: la familia debe ser
un ámbito donde se aprende a estar juntos, para conciliar los
conflictos en el diálogo mutuo, que está hecho de escucha y de
palabra, de entenderse y amarse, para ser signo, el uno para el otro,
del amor misericordioso de Dios.
Hablar de Dios, por lo tanto, significa comprender con la palabra y
con la vida que Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino
que es el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona
humana.
Así volvemos al principio: hablar de Dios es comunicar, con fuerza y
??sencillez, con la palabra y la vida, lo que es esencial: el Dios de
Jesucristo, el Dios que nos ha mostrado un amor tan grande, de
encarnarse, morir y resucitar por nosotros; ese Dios que nos invita a
seguirlo y dejarnos transformar por su amor inmenso para renovar
nuestra vida y nuestras relaciones; el Dios que nos ha dado a la
Iglesia, para caminar juntos y, a través de la Palabra y los
Sacramentos, renovar la entera Ciudad de los hombres, para que pueda
llegar a ser la Ciudad de Dios."