Grupo de matrimonios cristianos católicos de la
Diócesis de Getafe


sábado, 16 de febrero de 2013

I Domingo de Cuaresma (lecturas)

Deuteronomio 26,4-10.El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará ante el altar,
y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios: "Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa.
Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre.
Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión,
y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios.
El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel.
Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me diste". Tu depositarás las primicias ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él.

Salmo 91(90),1-2.10-11.12-13.14-15.
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: "Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío".

No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo

Ellos te llevarán en sus manos
para que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás sobre leones y víboras,
pisotearás cachorros de león y serpientes.

"El se entregó a mí,
por eso, yo lo glorificaré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y yo le responderé.
Estaré con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré.


Carta de San Pablo a los Romanos 10,8-13.
¿Pero qué es lo que dice la justicia?: La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, es decir la palabra de la fe que nosotros predicamos.
Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado.
Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.
Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido.
Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan.
Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.

Evangelio según San Lucas 4,1-13.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,
donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".
Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra
y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.
Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.
Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.

Fuente: http://evangeliodeldia.org/main.php?module=read&date=2013-02-17&language=SP&t=eaRRZJxlbJFqk9+yp1NskmSUYJhTsqiFnGhilZJdl5NYgKRSn2pklWuQlJVXg6aBcZRfl2SPZprfiaOEk2CSmmJhZK6ynFiYZZSQk2c=

I Domingo de Cuaresma (Imágenes y actividades)












Reflexión del Sr. Obispo auxiliar de Getafe: La obediencia que vence



I Domingo de Cuaresma, 16 de febrero de 2013


La Cuaresma es camino de retorno. Si la desobediencia de Adán expulsó al ser humano del Paraíso desterrándolo al desierto, la obediencia de Cristo ha abierto a la Humanidad el camino que conduce del desierto al Paraíso. Para volver a Casa es necesario recorrer el camino del Redentor, o mejor, acoger al Redentor como nuestro Camino. Por eso, en el primer Domingo de Cuaresma, la Iglesia pide para sus hijos «avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud». Conocer más para vivir mejor: en los misterios de la vida de Cristo está el secreto de la condición humana vivida en plenitud.

Tras recordarnos la Iglesia, el Miércoles de Ceniza que, sin el soplo de vida del Creador, no somos más que polvo, los Domingos de Cuaresma se nos ofrecen como etapas para crecer en el conocimiento del Salvador. La primera etapa nos lleva, bajo la acción del Espíritu Santo, al desierto; consiste en un combate; y se completa con la imitación. Cada uno de los elementos del relato evangélico desvela las huellas de Cristo. Para seguirle, hay que poner los pies donde Él los puso primero.

La primera disposición del Espíritu sobre Jesús, tras el Bautismo que inaugura el ministerio público, es llevarlo al desierto para ser probado. El ungido es el probado. La prueba se realiza con unción y desde la unción. Las tentaciones tienen lugar en el desierto. Geográficamente, parece designar la depresión que hay junto al Jordán, al norte del Mar Muerto. El desierto posee, además, un sentido teológico: en el desierto fueron tentados y vencidos Moisés e Israel; en el desierto es tentado Jesús, que vence donde otros cayeron. El número cuarenta, en el mundo bíblico, está lleno de simbolismos. En él se unen los cuatro confines de la tierra con los diez mandamientos, como expresión simbólica de la historia de este mundo.

Pasando cuarenta días en el desierto, Jesús ha asumido toda la historia de la Humanidad, con sus pruebas y dificultades, para redimirla. Satanás, el diablo, es el Tentador. En la Sagrada Escritura es presentado como «el más astuto de todos los animales» (representado en la serpiente), seductor, «homicida y mentiroso desde el principio». Satanás es el adversario del designio de Dios sobre la Humanidad; el que desea constantemente arrastrar al hombre a su propia desdicha. No es una personificación mítica del mal, sino un ser personal que actúa, adversario de Cristo y de sus seguidores. Toda la vida pública de Jesús aparecerá como un combate contra el Maligno.

Las tentaciones reflejan, por un lado, la lucha interior de Jesús por cumplir su misión, y, por otro, la pregunta sobre lo verdaderamente importante en la vida humana. El núcleo de toda tentación está en querer apartar a Dios, mostrándolo como irreal o, en el mejor de los casos, secundario. Como en el pecado del origen, en toda tentación se repite la misma propuesta: no es necesario contar con Dios para disfrutar de los bienes de este mundo (pan: primera tentación), para influir sobre los demás (ambición: segunda tentación), o para gozar de reconocimiento (vanidad: tercera tentación). Jesús vence al Tentador desde el amor obediente a la voluntad del Padre, indicándonos el camino de la libertad. La obediencia de hijos nos libera de los lazos del Tentador.

Fuente: http://documentosepiscopales.blogspot.com.es/#!/2013/02/la-obediencia-que-vence.html

lunes, 11 de febrero de 2013

MIÉRCOLES DE CENIZA





CONCEPTOS CUARESMALES

CULTURA RELIGIOSA
Cuaresma: Tiempo litúrgico en el calendario cristiano que precede y prepara la celebración más grande de los cristianos: la Pascua. Se caracteriza por ser un periodo de preparación intensa para recibir el bautismo; para los ya bautizados es un tiempo de rejuvenecimiento de los compromisos bautismales.
Volver al Señor: Expresión que indica conversión, reconocimiento de comportamientos que no cuadran con nuestra manera de ser cristianos.
Prácticas cuaresmales: La tradición ha consagrado unas prácticas o ejercicios cuaresmales: el ayuno (y la abstinencia) que permite que el cuerpo no nos domine y nos mande sobre nuestra razón y sentidos; la limosna que ayuda a que descubramos que lo que hacemos a los hermanos se lo hacemos a Jesús mismo; la oración que nos acerca al Señor. Todo esto es posible por la escucha y meditación de la Palabra de Dios. Además, existen “devociones cuaresmales” como el vía crucis, las charlas cuaresmales, la lectura de libros que nos ayuden a dar razón de la fe que profesamos, los ejercicios espirituales y las convivencias...
Ceniza: No es lo más importante de este día. Lo más importante del día de hoy es la palabra de Dios que escuchamos y acogemos y que esta palabra nos pone en marcha hacia la pascua. Ceniza: manera de indicar externamente una actitud interior de cambio.
Sobriedad: La liturgia de Cuaresma es sobria (ausencia de flores, de adornos, de santos, de aleluyas, de gloria, de cantos, de colores festivos...). Todo es algo pedagógico para invitarnos a centrarnos en lo esencial: la Palabra de Dios, la oración, la renovación de nuestro bautismo. Donde está lo esencial, sobran los adornos. Cuando se dé el cambio, ya vendrá la fiesta...
Acto penitencial: El que se realiza en la celebración de la Eucaristía al comienzo para poner en presencia del Señor de manera arrepentida y perdona de las cotidianidades que nos hacen olvidar a Dios. También el acto penitencial es el que realiza el penitente que celebra el sacramento de la Reconciliación o Penitencia.
Consejos: Leer las lecturas de la misa de cada día (hay libros baratos en librerías religiosas que te pueden ayudar a hacer esto). Hacer algunos ratos personales de silencio, de oración (si en tu familia es posible, al menos los viernes -día penitencial por excelencia y los domingos- podías rezar en familia, a la hora de comer, después de cenar, o cuando sea oportuno). Privaros de algo para deciros que “hay otras cosas más importantes” que las buenas marcas y la mejor calidad de comida... y dad aquello de lo que es priváis.
Dad. Dad. Dad. Leer algún libro de teología. Participad en alguno de los actos de la parroquia (o de otras parroquias con mejores y más atrayentes propuestas). Plantearos la celebración del sacramento de la Penitencia (es decir, confesarse). busca lugares donde se celebre bien, no de una manera insignificante.
Intensificar las obras de misericordia o de solidaridad hacia los otros.
Caras largas: Justo lo contrario de lo que tiene que ser el tiempo Cuaresmal. A Dios no le gustan las
caras largas. Le gusta la alegría de corazón... Convertirse es una alegría, no un “entierro”. O si quieres: Porque enterramos una manera de ser “menos buena que vivir a pleno pulmón la relación con Jesús”, por eso estamos alegres y nos perfumamos y nos alegramos... Eso es entender la Cuaresma cristiana.

CONVERSIÓN
Decisión y actitud
de volverse de una
forma de vivir a
otra en la que
Jesús y su mensaje
es eje y motor de
toda la vida.
Es el arranque de
la fe y es
imprescindible
para poder hablar
de “convertidos”,
de “vueltos” de un
camino de vida a
otro.
RECONCILIACIÓN
Vuelta a la armonía
entre dos después de
una ruptura. Acogida
del otro que me acoge
y me acepta como
hijo, interlocutor,
dialogante, ante quien
puedo estar en su
presencia sin
sonrojarme. Es una
manera de vivir con el
Otro sintiéndome
acogido y amado; se
me da vivir en
relación aunque no me
la merezca
PERDON
La vida en
reconciliación
tiene momentos
de experiencia
particulares en los
que sientes la
mano, la
presencia, el
cariño, el abrazo,
las palabras de
acogida.
PENITENCIA
La palabra acentúa
el reconocimiento
de la debilidad de
la persona que se
tiene que poner
exigencias para no
volver a las
andadas, como el
fumador que deja
de fumar o el
diabético que no
puede probar
azúcar porque le
hace mal.
CONFESIÓN
Es un acto de fe en
alguien. Porque
creo en alguien
confieso que hay
aspectos, actitudes
de mi vida que no
van de acuerdo.
Confieso la verdad
de mi relación o
comportamientos.

 

 

MENSAJE DEL PAPA PARA CUARESMA 2013


Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2013

 

Creer en la caridad suscita caridad

 

«Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16)

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.

 

 

1 La fe como respuesta al amor de Dios

 

En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva… Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1). La fe constituye la adhesión personal – que incluye todas nuestras facultades – a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17).

 

De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor -«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)-, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.

 

«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor… La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz -en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).

 

2 La caridad como vida en la fe

 

Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).

 

Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).

 

La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).

 

3. El lazo indisoluble entre fe y caridad

 

A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica». Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.

 

La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas en veritate, 8).

 

En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto – indispensable – con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.

 

A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.

 

 

4. Prioridad de la fe, primado de la caridad

 

Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).

 

La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).

 

La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte

 

de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).

 

Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo

 

torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor.

 

 


 

 

ACTIVIDADES DE CUARESMA















RENUNCIA PAPA BENEDICTO XVI


 
El Papa Benedicto XVI dimitirá el 28 de febrero. A sus 85 años y tras 8 años de

pontificado, Joseph Ratzinger deja la jefatura de la Iglesia Católica. El Papa ha

comunicado que dejará su puesto el 28 de febrero durante un acto interno de

canonización de los mártires de Otranto.

El pontífice alega motivos de salud: "ya no tengo fuerzas" para ejercer, ha dicho, y

asegura que se trata de una decisión voluntaria y tomada "libremente".


Las palabras del Papa anunciando su dimisión: comunicado íntegro



Traducción al castellano de las palabras del Papa Benedicto XVI anunciando su


dimisión para el próximo 28 de febrero

"Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino", dice Ratzinger.

11/02/2013 - 12:18h

“Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino

también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.

Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la

certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el

ministerio petrino.

Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado

a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo

y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y

sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de

san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como

del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he

de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.

Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro

que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue

confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28

de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará

vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave

para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con

que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis

defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor

Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a

los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta,

también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una

vida dedicada a la plegaria.

Vaticano, 10 de febrero 2013

BENEDICTUS PP. XVI”

RETIRO DIOCESANO DE CUARESMA


Querida familias:

Unidos en este día damos gracias a Dios por el Papa. Aquí tenéis sus palabras, muestra de su corazón de Pastor.

Os invitamos además al Retiro de Cuaresma del sábado 16 en el Cerro. Será un buen momento de rezar por el Papa.

Alvaro Ojeda

"Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.

Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.

Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.

Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.

Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria."

Benedicto XVI
--
Delegación de Familia y Vida de la Diócesis de Getafe